sábado, 28 de julio de 2012

Caminante no hay camino...

El otro día en ese lugar aburrido donde unos van a mostrarse, algunos a inflarse, otros a charlar, y unos pocos a mantenernos más o menos en forma (eso... el gimnasio), mientras estaba en esa máquina que... eh... ¿cómo se llama?... bueno, da igual, estaba allí dale que te pego quemando algunas calorías, y mi mente, abstraída (ya que no había cuerpos a la vista con los que distraerse), se puso a divagar en pensamientos abstractos y filosóficos (y no tan abstractos ni tan filosóficos), llegando al siguiente axioma (ya que estamos, vamos a usar palabras que suenen a algo importante y trascendental, ¿no?):

"Cuanto más pienso en el sentido de la vida, menos sentido tiene".

Sí, ya sé... tiene tela...

Y entonces se me ocurrió (gran ocurrencia la mía...) que tal vez es mejor no plantearse si la vida tiene o no tiene sentido, porque quizás:

"El sentido de la vida es simplemente vivirla".

Sí, sí, ya sé... gran descubrimiento... Pero fue mi momento de iluminación en el gimnasio, ¿qué le vamos a hacer...?

La cuestión es que desde siempre tendemos (los humanos) a buscar algo que le dé un sentido a la vida, algo que la explique. Y la sociedad (que al fin y al cabo no es más que la suma de cada uno de nosotros, añadiéndole conservantes, colorantes y potenciadores del sabor...) nos ha marcado la pauta de que la chicha de la vida llegará más adelante.

Es decir, que algo concreto (pero que nadie sabe exactamente qué es y no nos ponemos de acuerdo) que tiene que venir va a ser lo que le dará el sentido a la vida. Sea algo externo, posterior a la vida, religioso, místico o trascendental, o bien algo más terrenal por convenciones socio-culturales, cinematográficas, familiares o tradicionales: el cielo, jubilarse y disfrutar de los hijos y nietos, la sabiduría, el encuentro con Dios, encontrar a tu media naranja, disfrutar de todos los placeres posibles, el encuentro con tus seres queridos fallecidos, ser feliz, llegar a la perfección, pasar a la siguiente vida, el amor, tener hijos...

Yo personalmente siempre he pensado que estamos aquí para aprender. Sí, sí, para aprender, así, en general. Luego resultó que eso ya lo decían los Budistas desde hace mucho tiempo, que además lo integran en un sistema de reencarnaciones en el camino de la iluminación (perdón a los Budistas por la simplificación). Pero a pesar de seguir en mi cruzada por aprender (de mí, de los demás, de las experiencias, de la vida...), la cosa se me queda corta y, como decía, acabo encontrándole cada vez menos sentido a todo esto.

Porque con lo de aprender... al final igual sabes mucho (o no), pero ¿y entonces qué? Y además, ¡ya sabemos que nadie quiere estar con el listo de la clase (que es el repelente, claro)! Los populares son los que son graciosos, lanzados, carismáticos, ocurrentes, marchosos, valientes, decididos... Aunque la verdad es que yo nunca he querido ser popular... pero eso es ya otro tema...

Alguien dijo que "la vida es una enfermedad mortal de transmisión sexual" (que además tiene una tasa de mortalidad del 100%...). O si lo vemos desde otro punto de vista puramente biológico, somos como cualquier otro animal, sea una mosca, un conejo, un elefante... o una cucaracha. Sólo que con más conexiones cerebrales y más consciencia. Y visto así... como dice la típica secuencia del ciclo de la vida: nacemos, crecemos, nos reproducimos (bueno, eso no todos, aunque al menos nos quedemos con la parte placentera del tema) y morimos. Y vuelta a empezar, generación tras generación. ¿Es ese entonces el verdadero sentido de nuestra vida: perpetuar la especie?

Y si hablamos de Dios como excusa (desde mi punto de vista, claro) para darle un (supuesto) sentido a la vida, pues está muy bien para quien le sirva... Yo prefiero que no tenga sentido que creer en algo sólo para darle a la vida un sentido que supuestamente me reconforte. Puestos a creer, creo más en el ser humano y su potencial que en cualquiera de los dioses de las religiones.

Se puede uno decantar por la parte deprimente de que la vida no tiene ningún sentido, en plan nihilista, o pasarse al lado hedonista y buscar sólo el placer (o lo que sea). En cualquier caso, abandonar y tirar la toalla por no encontrarle sentido a la vida me parece bastante cobarde... es darse por vencido y por fracasado... 

Ya que estamos aquí, pues intentemos vivir, con o sin sentido, hacerlo lo mejor que podemos, sabemos, nos dejan o nos dejamos... y si hay un sentido o no, ya lo veremos o no cuando llegue el momento, ¿no?


Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

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