martes, 23 de abril de 2013

:-) SMILEY 100

Pues sí, he repetido. Y repetí muy pronto (hace menos de 20 días que la vi por primera vez, como podéis leer en este enlace). Pero me volví a reir, y volví a soltar lagrimilla.

Era la celebración de las 100 funciones de esta obra, coincidiendo con el día de Sant Jordi, día de los enamorados en Catalunya. Muy adecuado.

Pude comprar el libreto, firmado por el autor y director de la obra, Guillem Clua, hicieron un 2x1 para parejas que llevaran libro y rosa, o que se diesen un beso frente a la taquilla, regalaron chapas de la obra, y finalmente hubo un sorteo de una noche para dos personas en una masía del s. XVIII. Que, por cierto, no me tocó.

Esta vez yo estava sentado más cerca del escenario. Y pude añadir algo importante a la experiencia que tuve la primera vez: ver las lágrimas de Bruno (Albert Triola), y creo que incluso de Àlex (Ramon Pujol), que lo tenía un poco más lejos.

Si ya tenía claro que son dos grandes actores y que realizan una interpretación magnífica, las lágrimas de Albert Triola entre dos momentos cómicos, haciendo alarde de versatilidad y flexibilidad, no solo reafirmó mi opinión, sino que además me acercó más a los personajes, a su vivencia, a sus sentimientos.

Hubo también un pequeño guiño al día de Sant Jordi (en relación con un libro que aparece en una escena); simplemente un par de palabras añadidas al diálogo, que a los que ya habíamos visto la obra, nos hizo mucha gracia.

Y poco más que añadir. Una obra que hay que ver.

:-)







Por cierto, me hizo gracia volver a ver a los dos actorazos en la presentación del "20è Memorial Internacional de la SIDA, Projecte dels Noms", donde actué como miembro de la coral Barcelona Rainbow Singers. Aunque eché de menos la camiseta de tirantes y la camisa de cuadros... :-)




martes, 9 de abril de 2013

Teatro: SMILEY, UNA HISTÒRIA D'AMOR

¡Magnífica!... Sí, sí, ya empiezo así. Me ha encantado.

La obra está creada y dirigida por Guillem Clua, e interpretada únicamente por dos actores: Ramon Pujol (Àlex) y Albert Triola (Bruno). Es una tragicomedia (mucho más comedia que tragedia) romántica, que nos narra, en resumen, una historia de amor que es "como la mitad de las películas que existen".

Pero no sólo nos habla del amor, de ese Amor con mayúscula que la gran mayoría queremos encontrar. Ni mucho menos. Aunque es el amor (y la atracción sexual, en segundo plano) la esencia y el hilo conductor desde el brillante monólogo inicial hasta el emocionante momento final, la obra además nos presenta (literalmente incluso) y nos desmenuza la comunidad gay: tópicos, características, arquetipos, prejuicios, variedad...; y, por otra parte, hace un repaso del uso actual de las tecnologías de comunicación: Gmail, Facebook, Grindr, WhatsApp... En definitiva es una historia de amor entre dos gays en un mundo obsesionado por el contacto virtual e inmediato donde se desarrolla una lucha contra la superficialidad.


Es una crítica con muchísimo humor sobre el comportamiento (estereotipado) de los gays en las relaciones amorosas y sexuales, y sobre el uso compulsivo de los diferentes sistemas de comunicación a distancia existentes en la actualidad.

Aunque es claramente una comedia (¡me reí tanto...!), hay momentos de reflexión bastante profundos y con un punto dramático, que inmediatamente se compensan con un comentario o un gesto que te arrancan de nuevo una sonrisa o una carcajada; incluso hay un par de momentos en los que me costó reprimir las lágrimas. Vamos, un poco de todo, como la vida misma.

Las historias son muy verosímiles, muy realistas. Todos (los gays) podemos reconocer prácticamente todo lo que se narra, y sentirnos identificados con varias de las situaciones que se muestran, ¡si no con todas!

Es evidente que la obra cuenta con la colaboración de Estrella Damm, pero el patrocinio está integrado bastante bien en lo que se va contando y no llega a distraerte de la trama.

Todos los temas se presentan con una completa naturalidad. Y aunque evidentemente el público homosexual, masculino en particular, es el que más conecta con esta obra, es un espectáculo para todas las orientaciones sexuales. Es una obra totalmente heterofriendly: los heteros con mentalidad abierta la disfrutarán e incluso descubrirán ciertos aspectos de la comunidad gay que posiblemente no conocían.


La obra se compone de una sucesión de escenas realizadas solamente por dos actores y sin cambiar el escenario. Se van sucediendo monólogos, diálogos, comentarios al público, pensamientos hablados, de una forma muy dinámica y en un juego espacio-temporal muy sugerente, que hace que la hora y media de obra te pase casi sin darte cuenta.

Aunque el final es previsible, no importa lo más mínimo. Lo importante es cómo se llega a ese final, y por qué. Y en realidad aunque te esperes cómo acabará todo, eso no le resta ni un ápice de emoción al desenlace.

Los actores: extraordinarios. Los dos. Una interpretación inmaculada casi durante toda la hora y media de actuación, y totalmente creíble. Capaces de hacerte reír a carcajadas y de hacerte sentir tristeza o melancolía, intercalar un gag muy gracioso, y seguir con la misma intensidad y profundidad que antes. Destaco los cambios de registro entre comedia y drama de Ramon Pujol, con una gran expresividad, interpretando sus textos con intensidad y naturalidad, en particular el primero, que genera toda la historia a través del hilo rojo de su teléfono fijo; y la flexibilidad de Albert Triola al parodiar a otros personajes o estereotipos, haciendo que dejes completamente de lado a Bruno, para volverlo a recuperar momentos después. El autor/director y los actores consiguen meterte en los personajes, que te identifiques con ellos, y que te enamores de ellos, cada uno con sus virtudes y sus defectos.

La música elegida casi se convierte en un personaje secundario que arropa las escenas y ayuda perfectamente a que los dos personajes, sus monólogos y sus diálogos impacten aún más si cabe.

La gente de mi generación, que hemos vivido unos cuantos años sin Internet, sin móviles y hasta sin ordenadores, podemos constatar cómo ha cambiado todo hasta la actualidad: un mundo lleno de prejuicios y obsesionado por la inmediatez, lo virtual, la superficialidad, el aspecto, las etiquetas y el cuerpo; y esta obra nos da esperanzas de que el amor romántico y la famosa media naranja aún pueden existir a pesar de las diferencias y barreras infranqueables que nos imponemos.


Guillem Clua (© David Ruano)
Lo que fácilmente podría haber sido un absoluto caos de contextos de espacio (¿dónde está el personaje?), de personajes y parodias (¿quién es ese personaje?), o de contextos de diálogo (¿a quién le habla el personaje?), está tan bien resuelto que en ningún momento me he liado ni he dudado sobre qué estaba pasando.

Se podría decir que es teatro en el sentido más puro, que no necesita de escenarios ni decorados específicos para transportar al espectador a otro lugar o a otro momento, ni para transmitir una emoción. Y todo manteniéndote enganchado a la historia, escena tras escena.

Por cierto, es la primera vez que he podido agradecerle directamente al autor y director de la obra lo que he disfrutado al verla, ¡y de forma virtual, por supuesto! Muy acorde con la obra...

Ah, y si cuando vayáis a ver la obra os ofrecen sentaros en los asientos "de bar" de primerísima fila, no temáis que os hagan hacer o decir cosas, ni que os saquen al escenario.

Total, una obra deliciosa, que me ha hecho reír muchísimo, que me ha hecho pensar, y que me ha hecho sentir. La recomiendo sin dudarlo y al 100%. De hecho, la volvería a ver.

"Dos punts... un guionet... i un parèntesi tancat".

:-)

P.D.: Y he vuelto a verla...


(Actualmente [Abril 2013] en el Club Capitol - Sala 2 de Barcelona)